martes, 30 de junio de 2015

Elecciones 2015, condenados por la costumbre

Increíblemente la fórmula Scioli – Zanini está hoy en día primera en las encuestas de cara a las

próximas elecciones presidenciales. Sorprendente realmente teniendo en cuenta que, tanto los

mismos candidatos como la presidente,  aclararon que es ésta la fórmula continuadora del

modelo kirchnerista, el cual, luego de 12 años gobernando, nos deja en la situación que

padecemos actualmente.

Mi primer hipótesis al respecto se basa en que el problema sea que los votantes no conocen cual

es efectivamente nuestra realidad y lo que creen conocer de ella es lo (des)informado a través de

los medios oficialistas o de la TV Pública, ciegamente adepta al poder, en donde las gerencias se

encuentran ocupadas por hombres de La Cámpora y el salario promedio duplica al de los medios

privados, claro está que esto no se debe a la productividad o eficiencia del canal, sino a la fuente

de donde los fondos provienen, es decir, los bolsillos de los contribuyentes, quienes miramos

para otro lado siempre y cuando el fútbol continúe con esa extraña gratuidad que

paradójicamente nos cuenta más de $1500 millones anuales.

Aunque la primera conjetura parece probable, personalmente la descarto puesto que la realidad

no puede ser ocultada pese a los inconmensurables esfuerzos del gobierno al respecto, ya que

esto equivaldría a intentar generar un eclipse con nuestro dedo pulgar.

Mi tesis final radica en un lamentable conformismo argentino, donde nos hemos acostumbrado al

“podría ser peor”, donde el desempleo no es preocupante mientras el desempleado no sea uno

mismo, donde no importa si se coarta nuestra libertad de ahorrar en otra moneda cuando la

nuestra pierde su valor en nuestras manos si de todas maneras siempre contamos con un mercado

negro en el cual refugiarnos, donde no nos preocupan los insoportables impuestos que nos

obligan a trabajar más de la mitad del año para el estado si de todas maneras ya encontraremos la

forma de evadirlos, en dónde parece cosa de ilusos intentar compararnos con países como

Canadá o Australia que hasta hace menos de un siglo hacían lo posible para convertirse en la

potencia que nosotros éramos; en fin, en donde todos nuestros males no son para tanto, puesto

que no vivimos en Europa, vivimos en Argentina.

Nuestra situación hoy no es algo normal ni mucho menos algo pasable, es lisa y llanamente

paupérrima. Literalmente nuestro país está en ruinas, ocupamos el podio en los más vergonzosos

rankings, solo superados por nuestro estratégico aliado, Venezuela; citemos a algunos de ellos

para hacer memoria: somos el segundo país con más inflación del planeta, estamos penúltimos

en “clima de negocios”, ocupamos el segundo lugar en el raking de países que más desdichas les

provoca a sus ciudadanos guiándonos por el World Misery Index elaborado por Steve H. Hanke,

y somos, como si fuera poco, la segunda economía más miserable del mundo según el Índice de

la Miseria 2015 elaborado por la agencia agencia Bloomberg.

Los índices anteriormente nombrados no son un simple capricho del autor, sino que fueron

escogidos por ser todos ellos tomados en cuenta por quienes poseen capital disponible para

invertir, ya que nadie va a arriesgar su patrimonio en un país en dónde no se pueda realizar un

cálculo económico de tan solo 6 meses debido a la inflación, en donde no se pueda utilizar la

moneda más conveniente para las transacciones ni en donde el respeto a la propiedad privada se

ve constantemente amenazado, razón por la cual no solo los capitales extranjeros no se instalan

aquí, sino que los locales también escapan a destinos más confiables, y, lógicamente, con la

huida de capitales se fugan también empleos, mejores salarios, y, por supuesto, una mejor

calidad de vida.

Cada año se los responsabiliza a los políticos por los males del país, pero tristemente este año me

estoy convenciendo que la culpa es de nosotros, los ciudadanos, por acostumbrarnos al fracaso y

tomarlo como natural, por desinteresarnos del progreso y, de esta manera, castigarnos tanto a

nosotros como a las generaciones venideras con una Argentina de la cual solo podemos

enorgullecernos por contar con el mejor jugador del mundo, quien tuvo que emigrar al extranjero

porque nuestra realidad no le permitía un óptimo desarrollo físico, como así también nos

condena a nosotros en la actualidad al subdesarrollo económico, político y social.

miércoles, 10 de junio de 2015

A propósito de los paros

Cada vez que ocurre un paro de uno o varios sectores, las opiniones son divididas. Algunos se enojan por no poder llegar a sus trabajos, otros manifiestan un gran descontento por las molestias ocasionadas pero dicen entender la situación de los trabajadores y otros, simplemente, están de acuerdo con las medidas; pero lo cierto es que, pese a las intenciones, un paro en las actividades laborales no cambiará la situación económica de las empresas empleadoras, ni mucho menos, la del país.
Los salarios dependen básicamente de la oferta de trabajo existente, si hay una abundancia de esta, es decir, si muchas compañías están buscando mano de obra, los salarios tenderán a subir puesto que los empresarios deberán competir por los pocos trabajadores disponibles; y lo mismo se da de manera inversa, si la oferta de trabajo es escasa y por lo tanto ahora lo que abunda es la mano de obra disponible serán los trabajadores los que tendrán que competir por los pocos empleos disponibles en el mercado y la manera más efectiva que tienen de hacerlo es a través de menores salarios.
Además, hay que entender que la situación es objetiva y que un reclamo no aumenta el capital de una empresa. Si un empleador tiene a cuatro trabajadores a su cargo y estos exigen un aumento al cual aquel no puede hacer frente, el empresario se verá forzado a prescindir de la labor de uno de ellos para poder costear el aumento del resto. Por lo que, en esta situación, podemos ver que un paro no solo no ayuda sino que empeora las cosas, dejando sin salario alguno a uno de los trabajadores.
Un buen ejemplo que nos permite ver de qué manera suben los salarios de forma genuina, es el caso de la Ford Motor Company que, debido a su enorme productividad e innovación, logró reducir la jornada laboral, la que pasó de 9 a 8 horas diarias y a duplicar el salario diario de 2,5 a 5 dólares, según se desprende del libro Creadores de Riqueza de Alejandro Gómez.  
En nuestro país, en cambio, difícilmente se den casos como el citado en el párrafo anterior, no por falta de voluntad empresarial, sino porque las condiciones para ello no están dadas, como se ve reflejado, por ejemplo, en el índice Haciendo Negocios del Banco Mundial en el cual se analiza el respeto a los derechos de propiedad y las condiciones favorables para el crecimiento de las empresas, que nos ubica en el puesto 124 entre 189; o bien en un trabajo realizado por el Foro Económico Mundial, en el que nos califica en el penúltimo lugar en cuanto al Ambiente para Negocios del país, solo por delante de Venezuela
Visto esto, es posible afirmar que los reclamos están dirigidos al lugar equivocado, ya que debería irse al problema de raíz, demandando un país en el que el clientelismo político sea erradicado, la seguridad jurídica esté garantizada y los impuestos sean los justos y necesarios para costear las funciones básicas del estado, imitando a países como Suiza, Nueva Zelanda y Singapur, quienes lideran aquellos rankings y dónde sus ingresos per cápita son los más elevados del planeta.

Peronismo y destrucción de empleos

El Dr. Juan Carlos Cachanosky nos resaltó a sus alumnos alguna vez en una de sus clases, un trozo de “La Marcha Peronista” por el mensaje contenido en la misma que, de cierta manera, explica el fracaso de los gobiernos de esta impronta en insertar a la Argentina en el desarrollo económico. Allí, esta especie de himno que entonan los militantes en cada acto político expresa en su segundo párrafo: “Por ese gran argentino que se supo conquistar a la gran masa del pueblo combatiendo al capital”. 
¿Cómo es que ese pequeño pedazo de canción puede explicarnos, en parte, la pérdida del rumbo de todo un país? Pues bien, es que éste representa el pensamiento de tanto dirigentes como seguidores de esta ideología tan dominante, dejando en evidencia su confusión respecto de la manera en que los empleos se generan y se aumenta el salario de la población, ya que no tienen en cuenta que lo que logra estos objetivos son las ganancias de las empresas y no meros decretos presidenciales.   
Cuando un empresario obtiene ganancias -aumenta su capital- tiene ahora más dinero disponible para realizar nuevas inversiones, expandiendo sus negocios ya sea dentro de la misma área o incursionado en otras nuevas, y, a su vez, al ver otros empresarios el éxito de éste en determinado campo, se verán incentivados a incursionar en él  puesto que promete grandes beneficios, razón por la cual se generan aún más inversiones que generan también más empleo, lo que, así como el incremento en la demanda de cualquier producto aumenta el precio del mismo, al aumentar la demanda de trabajadores eleva el salario que estos percibirán, generándose así un círculo virtuoso que se repite una y otra vez, como se ve reflejado en los países con mayores ingresos per cápita, quienes, no por casualidad, tienen además los mercados de capitales más grandes del mundo. 
Pero como vimos, los gobiernos peronistas combaten al capital, por lo que lógicamente este huye de aquellos y con él todos los beneficios que traería consigo.
¿Pero cómo puede ser entonces que pese a combatir al capital, los peronistas supieron conquistar a la gran masa del pueblo? Simplemente porque lograron confundir a los ciudadanos prometiendo protegerlos, cuando en realidad lo único que hacen es ahuyentar a aquellos que podrían crear nuevas fuentes de trabajo, pero esto no les importa puesto que al no ser palpables aún, son difíciles de vislumbrar por lo que es sencillo creer que, de no ser por ellos, los electores ni siquiera podrían gozar del empleo que hoy poseen.

sábado, 18 de abril de 2015

Una lección chilena para salir a flote

La Argentina está pasando en este momento por un escenario económico francamente lamentable. La estanflación –inflación sin crecimiento económico- es la consecuencia inevitable de una política paupérrima e irresponsable para con los ciudadanos. El gasto público alcanza ya niveles históricos, de hecho, como para darnos una idea, según se desprende de un excelente análisis del Dr. Nicolás Cachanosky, el gobierno kirchnerista ha gastado ya  el equivalente en valor actualizado a dos Plan Marshall, que como todos saben, uno solo bastó para reconstruir la bombardeada Europa luego de la Segunda Guerra Mundial, mientras que aquí, el único misil que tocó tierra fue la arrogancia.

Lo antes mencionado sumado al consecuente déficit fiscal, a la alta carga impositiva capaz de destruir al más emprendedor de los espíritus, al cepo cambiario y a la ya más que conocida excesiva emisión monetaria, dan como resultado una combinación trágica.
Ante semejante panorama, sin lugar a dudas, el gobierno que asuma el próximo 10 de diciembre deberá tomar ciertas medidas, y para hacerlo, sugiero guiarnos por un exitoso ejemplo que nos brindan desde el otro lado de la Cordillera nuestros vecinos chilenos.
Aprovechando una reciente visita al país andino, me reuní con quien fuera nombrado allí Ministro de Hacienda en 1974, cargo que desempeñó hasta su renuncia, luego de una gran gestión, en el año 1976, el famoso economista Jorge Cauas. Buscando un poco de esperanza para la Argentina, le pregunté sobre la situación de crisis que dejó el gobierno de Allende y qué medidas se tomó para salir adelante luego de ella. Así, me sorprendieron los números a los que debieron enfrentarse junto a su equipo por aquel entonces.
La situación era de un total desabastecimiento. El gasto público creció durante el gobierno de Allende (1970 – 1973) en más de 10 veces, y para octubre de 1973, de cada 100 escudos –moneda corriente chilena de entonces- que gastaba el gobierno, 53 eran financiados mediante emisión monetaria, razón por la cual, la inflación rondaba un 700% anual. El gobierno contaba con activos de 15.900 millones de escudos mientras que los pasivos alcanzaban los 25.300 millones, es decir que el total de activos no cubría el total de pasivos, lo que en cualquier empresa equivaldría a una quiebra.
En este marco, un grupo de economistas ideó lo que llamaron el Plan de Recuperación Económica –que en este mes de abril de 2015 cumple 40 años- puesto en marcha en un comienzo por el ya mencionado Ministro Cauas.
Antes que nada se buscó flexibilizar al sector privado, otorgándole a este un mayor dinamismo liberando los precios, para que de esta manera produjeran aquello que realmente era necesario pero a su vez tuvieran el incentivo para hacerlo, ya que con anterioridad al fijar el estado precios bajos, estos esquivaban la producción de los bienes justamente más indispensables pero menos convenientes por el pequeñísimo o nulo margen de ganancia que dejaban. Ahora, para ganar dinero, los empresarios debían producir lo que la gente demandaba, es decir, lo que más necesitaba.
Pero para estimular la producción se necesitó bajar la carga tributaria que desalentaba enormemente la actividad, además, Chile se abrió al mercado tanto de importaciones como de exportaciones, comenzando a producir en mayor cantidad aquello para lo cual era enormemente eficiente, y, con el producto de esto, importando aquello para lo cual su costo de producción, dadas las condiciones del país, era más elevado. Así ciertos productos que estaban saturados en su mercado local por los cuales ya no se pagaba nada, encontraron grandes oportunidades en el extranjero, creciendo así las fuentes laborales extraordinariamente, como fue el caso de, por ejemplo, los tejidos al telar de Chiloé, los cuales de ser vendidos por sus artesanos a un puñado de turistas, pasaron a ser exportados al mercado Europeo.
Los resultados del Plan de Recuperación Económica chileno del año 1975 fueron notables. Con una receta de austeridad, eficiencia y apertura del mercado, consiguieron una excelente respuesta en un corto período de tiempo, razón por la cual, sin importar si eran de izquierda o derecha, los próximos gobiernos continuaron esta fórmula que llevó a Chile a ser un caso de estudio en las principales universidades del mundo y el país más desarrollado de la región.
Sería sumamente recomendable que, cuando nuestro próximo gobierno asuma y deba buscar un remedio a nuestra creciente crisis, tenga la habilidad de mirar los casos exitosos, en donde la propiedad privada y la apertura del mercado fueron el motor de una creciente prosperidad.
El autor es Investigador del área de Estudios Económicos del Centro de Estudios Libre.

lunes, 6 de abril de 2015

Proteccionismo económico e ineficiencia productiva

La Argentina es el tercer país más proteccionista del planeta. A esta conclusión

llegamos si combinamos los cuatro rankings que realizó el think tank británico, Global

Trade Alert, en su 16º informe atinente a lo acontecido en el período 2008 – 2014,

teniendo en cuenta la cantidad de medidas discriminatorias en comercio exterior de cada

país, el número de líneas de productos afectadas, la cantidad de sectores de la economía

alcanzados y los socios comerciales perjudicados por ellas.

Si bien la palabra “proteccionista” suena a una ayuda del estado para con sus

ciudadanos quitándoles a estos el peso de la dura competencia, esto no implica otra cosa

que no sea pérdida de riqueza.

La división del trabajo hizo posible la especialización de las personas y con ella una

productividad antes inalcanzable, es gracias a esto que en los hogares de hoy en día no

es necesario ordeñar nuestras propias vacas, fabricar nuestros zapatos ni matar nuestras

gallinas, en cambio un mecánico, por ejemplo, puede intercambiar sus servicios por

dinero y comprarle al productor lácteo la leche, al zapatero los zapatos y al productor

avícola el pollo. De esta manera cada uno se especializa en las tareas en las que es más

eficiente ya sea por una habilidad natural o por el perfeccionamiento adquirido a lo

largo del tiempo, por lo cual, al haber un mayor rendimiento, se eleva la cantidad de

bienes y servicios disponibles, así, se satisfacen más necesidades, y, por lo tanto, se

eleva nuestro nivel de vida.

Todo el mundo parece estar de acuerdo con lo dicho ya que nadie cree conveniente el

autoabastecimiento de los hogares; de hecho también se está de acuerdo en esto si

hablamos ya a nivel nacional en donde los intercambios de bienes entre ciudades o

provincias son incuestionados.

 En todo intercambio ambas partes ganan, ya que lo que se entrega se aprecia menos de

lo que se recibe, pues, de lo contrario, no se realizaría transacción alguna, pero este

principio por alguna extraña razón parece no ser válido si se cruzan esas líneas

imaginarias que son nuestras fronteras, en este caso el resto de los individuos del mundo

dejan de ser un agente de cooperación, como lo son nuestros conciudadanos, para

convertirse en una verdadera amenaza para nuestra economía.

Algo que es importante dejar en claro -y que parecieran olvidar los políticos que hablan

de aquella utópica promesa de producir todo lo que necesitamos sin necesidad de

importar nada- es que los recursos son limitados, por lo que si destinamos parte de ellos

a elaborar productos de una manera más ineficiente de lo que lo hacen otros países, le

estamos quitando recursos a los productos para los que sí somos eficientes, por lo cual

nuestra producción total, en suma, es menor de la que podríamos haber obtenido de

dedicarle más recursos a aquello que nos conviene. Es como si Messi decidiera

confeccionarse su propia ropa, para ello le quita tiempo al fútbol por lo que deja de

jugar dos partidos a la semana y comienza a jugar solo uno. Lionel, ahora, contará con

dos o tres remeras y un par de pantalones gratis ya que los elaboró él mismo, pero con

los cientos de miles de euros que resignó en ese partido no jugado pudo haber comprado

miles de remeras y pantalones, por lo cual su riqueza se vio negativamente afectada.

No nos olvidemos que si importamos es porque tenemos con qué pagar los productos

adquiridos, es decir, para importar algo hay que producir otra cosa, por ende, es falso el

argumento que las importaciones reemplazan el trabajo nacional, solo reemplazan el

trabajo de los sectores ineficientes pero destinando esos recursos a los sectores que

mejor los aprovechen, cosa que tarde o temprano deberá realizarse si se busca el

desarrollo económico.

En conclusión, el “proteccionismo” no solo no protege sino que además estafa a los

consumidores nacionales quitándoles la libertad de elegir el producto que deseen, solo

para favorecer a empresas que, sin competencia, pueden poner más elevados precios e

invertir menos en la calidad de los productos, ya que, de todas maneras, no existe otra

alternativa.

viernes, 20 de marzo de 2015

Más máquinas ¿más desempleo?

Seguramente muchos han visto la película Charlie y la Fábrica de Chocolate dirigida por Tim Burton y basada en el homónimo libro del autor británico,Roald Dahl. Si bien la historia gira en torno a Charlie Bucket, el único hijo de una familia muy carenciada y de inconmensurables valores morales, yo me centraré en lo acontecido con su padre, el Señor Bucket, quien trabajaba en una fábrica de dentífrico enroscándole la tapa al producto hasta que un día –bueno o malo, cada uno lo juzgará luego- pierde su empleo como causa del avance tecnológico en su industria, el cual logró reemplazar sus funciones por una máquina mucho más eficiente que podía enroscar cientos de tapas por hora a diferencia de las pocas decenas que lograba el papá de Charlie. 

Una vez ocurrido esto,la familia pelea día a día para cubrir sus necesidades básicas, con un voluntarioso Señor Bucket realizando cada labor que se le ofrecía para poner un plato de sopa en la mesa, y nadie mejor que la Señora Bucket para hacerla rendir agregándole cada vez un poco más de agua pero aun así seguía siendo deliciosa, según su esposo.

Visto lo sucedido en la popular historia, uno no puede evitar juzgar la avaricia del dueño de la fábrica, quien no se detuvo a pensar en sus empleados ni en sus familias a la hora de desplazarlos de sus tareas con tal de reducir sus costos de producción. Por lo visto esta actitud no trajo más que desempleo y desgracia, parece difícil de explicar, entonces, cómo fue que mientras la tecnología no paró de avanzar en los últimos siglos, se crearan a la vez millones de trabajos que no solo redujeron el desempleo sino que además mejoraron las condiciones laborales y su paga de manera increíble. El problema aquí radica en mirar la imagen muy de cerca, logrando que el árbol nos tape lo que sucede en el bosque.

Sí, lo primero que vamos a ver si miramos un caso como este es la destrucción de un empleo, pero es conveniente alejarnos un poco y mirar con mayor atención: en primer lugar, sin ir más lejos, algunos empleos se crearon para la construcción de la nueva máquina, la cual a su vez requirió de materiales para ser elaborada y, en este sentido, podríamos retroceder de manera tal que veremos cómo se ve beneficiado hasta el minero encargado de la extracción del hierro necesario para la elaboración de aquella. Luego, hay que tener en cuenta que debido al ahorro que el dueño de la fábrica obtiene gracias a la máquina, ahora este se encuentra con nuevo capital disponible para incursionar en nuevas industrias, y, evidentemente, un nuevo emprendimiento se traduce en nuevos empleos.  Además no hay que olvidar que la disminución de los costos de fabricación del dentífrico abarata el producto final también, por lo cual ahora los consumidores tienen un mayor capital disponible para nuevos gastos de consumo, como por ejemplo, el hilo dental, lo cual elevará la demanda de este haciendo que esta rama de la industria se expanda, y para ello necesitará nuevos empleados; sin contar además que esta reducción de costos hace crecer el salario de los trabajadores en términos reales puesto que con el mismo sueldo obtienen ahora más productos.

Como vemos, si bien en un comienzo se desplaza un empleo, por otro lado se crean muchos nuevos, de hecho la historia muestra que la mayor eficiencia gracias a las nuevas tecnologías en determinados productos no solo crea empleo en otros sectores, sino que además la mayor productividad, como se dijo, baja el precio del artículo, lo que incrementará la demanda del mismo puesto que es ahora accesible para personas que antes no podían disfrutarlo, por lo cual, esta misma industria crece de manera tal que incrementará su número de empleados en comparación al momento en el que las máquinas no estaban presentes en la elaboración del producto. Como ejemplo de esto Henry Hazlitt utilizaba el caso de la industria automotriz en lo Estados Unidos, en donde a pesar de usar cada vez más avanzadas tecnologías para mayor número de tareas, debido a lo antes señalado, en 1910 el sector ocupaba a 140.000 personas, número que se triplicó llegado el año 1940.

Una vez entendido todo esto, lo único que resta es saber qué fue del Señor Bucket. Felizmente, el papá de Charlie fue recontratado por la fábrica de dentífrico, esta vez a cargo del mantenimiento de las máquinas.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Propiedad privada y desarrollo económico

La propiedad privada, institución cuya legitimidad es cada vez más puesta en duda por partidos políticos de izquierda alrededor del mundo, es uno de los pilares fundamentales de nuestra libertad. Pero al margen de esto, en este breve artículo quiero destacar porqué a medida que los países  más respetan este derecho, tienen una notable tendencia a convertirse en países desarrollados y a, por lo tanto, brindar los más elevados niveles de vida a sus habitantes mientras que los que no lo hacen le ponen una traba insuperable al progreso.

En un sistema de propiedad privada la innovación, si bien representa un riesgo, se ve fuertemente incentivada ya que si un nuevo producto es aceptado por los consumidores, al ser escaso pero demandado, sus precios serán muy altos lo que le dará por un buen período de tiempo enormes márgenes de ganancia al emprendedor que lo llevó al mercado, a la vez este elevado precio atrae a más empresarios que realizarán dicho producto para obtener la misma ganancia lo cual elevará la oferta, bajará su precio y saciará a la demanda haciendo ahora ese producto accesible para más personas, lo cual se traduce en un país con mayores riqueza y, a más riqueza mayor prosperidad en los ciudadanos. Pero de no existir la propiedad privada no tendría sentido este proceso, innovar simplemente representaría el riesgo de producir algún aparato que posiblemente no sea aceptado puesto que los potenciales beneficios no serán tangibles, por lo cual la creatividad estaría incentivada de manera negativa ya que ahora no representa un potencial beneficio sino un probable desperdicio de recursos.

Por lo dicho, ante la inexistencia de esta noble institución se viviría meramente con los productos fabricados en la era pre-abolición de la propiedad o imitando lo que por entonces existía, como se ve reflejado en cualquier fotografía de la vida cotidiana en Cuba donde se encuentran encerrados en el pasado como si a partir de la “Revolución Cubana” en los cincuenta jamás hubiera transcurrido el tiempo.
 
La innovación no se manifiesta solo en automóviles lujosos, avanzadas computadoras o los practiquísimos smartphones, sino que esencialmente se cambió nuestra manera de vivir elevando nuestro nivel de vida con la creación de, por ejemplo, nuevos medicamentos, haciendo que enfermedades que para nuestros antepasados fueron mortales sean para nosotros inofensivas, nuevas formas de conservación de los alimentos y más eficientes formas de producirlo haciendo de nuestra cena algo más accesible cada día, creando formas transporte que miles de años atrás eran impensadas estableciendo así puentes que unen los rincones más remotos del planeta. Todo esto logró que, por ejemplo, la expectativa de vida de los países en desarrollo aumentara, entre 1960 y 2005, de 45 a 65 años  y que la desnutrición, entre 1970 y 2003, pasara del 37 al 17 por ciento en los mismos países, siendo el pronóstico en la actualidad aún más alentador.
 
A su vez ¿qué incentivo existe para trabajar mejor si ante la ausencia de propiedad privada, así como por la innovación no hay ganancia tampoco la habrá por el mayor esfuerzo realizado? Dará igual destacarse entre los trabajadores que pasar desapercibido, no habrá recompensa alguna. Al respecto existe una famosa frase atribuida a trabajadores de la Unión Soviética, quienes decían “ellos hacen como si nos pagaran, nosotros hacemos como si trabajáramos”.
 
Aún teniendo el gobierno buenas intenciones y proponiéndose llevar adelante un modelo sin propiedad privada exitoso, resultaría imposible lograr una producción racional en este ámbito ya que debido a la ausencia de precios que esto implicaría, la oferta y demanda de los productos no se vería reflejada en ningún lado y los recursos serían inevitablemente desperdiciados, se manejaría totalmente a oscuras debido a la ausencia de señales. Pero independientemente de esto, los precios, además de esta irremplazable función que muestra fielmente tanto utilidad como escasez reproducida por medio de todos aquellos intervinientes en la economía, son un inmejorable incentivo al desarrollo y la superación, pero ante la ausencia de ellos como del derecho de propiedad, estos incentivos desaparecen y con estos el crecimiento económico, como podemos comprobar con tan solo buscar algunas imágenes de Cuba en contraste con Estados Unidos, Corea del Norte en contraste con Corea del Sur o bien la Alemania Oriental en contraste con la Alemania Occidental.
 
La libertad en el terreno de la economía transforma a esta en la democracia más perfecta que pueda existir, le otorga voz y voto a cada ciudadano, pero además le da la posibilidad a cada uno de recibir aquello que vota, a diferencia de las democracias políticas donde solo se puede obtenerse lo que la mayoría prefiere. Cuando el gobierno interfiere en este mecanismo, inmediatamente perdemos nuestra libertad de expresión en la materia puesto que nuestro voto -llamado compra- se encuentra en blanco, su información no será transmitida y, en consecuencia, los consumidores serán acallados.   

lunes, 9 de febrero de 2015

¿Distribución o creación? Esa es la cuestión

En el ámbito económico y político, existe una eterna discusión respecto de cómo disminuir –o en lo posible eliminar– la pobreza. Así, encontramos una gran parte de la sociedad que sostiene que el problema radica en una mala o injusta distribución de la riqueza, y que, por lo tanto, la desigualdad es un problema de suma importancia, pues refleja un defectuoso reparto de ella.
Imaginemos, por ejemplo, una torta de siete porciones, de la cual se alimentarán siete personas. Si cada una come una porción, habrá igualdad y, por lo tanto, no habrá pobreza.
Pero supongamos que una persona come cuatro porciones: esto implicará que las otras seis personas tengan que comer apenas media porción de las 3 restantes. Es decir que la mala distribución de la torta determinó que haya una persona que sobresatisfaga sus necesidades, a costa de las otras seis que pasaron hambre.
Para esta postura, la economía es, por lo tanto, un juego de suma cero, representado en el ejemplo por una torta de una cantidad limitada de porciones; en consecuencia, un desigual reparto determinará la existencia de pobreza, dado que lo que uno recibe de más le es privado a otro que no lo recibe. He aquí un grave error, ya que, en la vida, se puede cocinar.
En la realidad, las tortas pueden crecer. Si el panadero invierte en su producto, puede hacer que ahora la torta tenga, supongamos, 28 porciones y que quizá una persona coma más que el resto –digamos 10 porciones–, pero las otras personas podrán asimismo comer ahora tres porciones cada una, por lo cual –en comparación con el pasado– la situación, si bien es más desigual, es a la vez más beneficiosa para todos.
Si miramos hacia el pasado, algunos siglos atrás, notaremos que aquellos que mejor vivían eran los reyes, quienes tenían cientos de personas a su servicio, un enorme castillo para sus comodidades y cuanta comida desearan comer. Pero de manera muy distinta vivía la mayoría de la sociedad, cuyos integrantes debían trabajar muy duro e incansables horas para alimentarse. Sus casas eran precarias y carecían de las más mínimas comodidades.
Sin embargo, hoy la mayoría de las personas vive en buenas condiciones. De hecho, hasta los más ricos viven bastante parecido al resto de los mortales. Pese a las enormes desigualdades existentes y por más dinero que tengan, su esperanza de vida no es mucho más alta que la gente común y corriente. Ni siquiera sus comodidades son mucho mayores, ya que quizá manejen un auto de lujo, pero al fin y al cabo todos los vehículos cumplen la misma función. Quizá puedan comer caviar todos los días, pero el resto comemos alimentos en buen estado y en abundancia, los cuales sin dudas disfrutamos y satisfacen nuestras necesidades nutricionales.
¿Qué ocurrió para que haya cambiado tanto la situación respecto del pasado? ¿Los reyes distribuyeron sus riquezas? En absoluto, lo que sucedió fue que se ha creado riqueza cada año, incansablemente, sobre todo a partir de la Revolución Industrial. De esta forma, el nivel de vida se ha ido elevando –y lo sigue haciendo– pues, gracias a la innovación, la torta no para de crecer.
Por lo tanto, al ser el problema la pobreza –entendida esta como la carencia de recursos para satisfacer las necesidades básicas–, la solución no está en la distribución de lo ya creado, sino en la creación de lo aún no inventado.

miércoles, 21 de enero de 2015

Paka Paka: marxismo y adoctrinamiento a domicilio

El canal estatal infantil Paka Paka, el cual obviamente responde al gobierno, lejos de brindar información para que los niños crezcan y sientan curiosidad por aprender más, es utilizado para bajar ideologías políticas tergiversando la historia y, mediante el personaje de Zamba, un joven y simpático dibujo animado, convencer a las jóvenes mentes de entre 5 y 11 años aproximadamente de ciertas posturas emitiendo juicios subjetivos sin respaldo fáctico ni lógico alguno.

La situación es ciertamente indignante puesto que utilizan el dinero extraído de nuestros bolsillos para adoctrinar a criaturas que se encuentran aún en proceso de formación y que de esta manera jamás sacarán sus propias conclusiones sino que adoptarán las ajenas.
Recientemente en dicha señal estatal se tocaron dos temas de suma importancia; por un lado el comunismo representado por  Karl Marx y por el otro el capitalismo o liberalismo representado por  Adam Smith, quedando en evidencia la intención de dejar plasmada en la memoria de los niños la imagen de un comunismo –Marx-  justiciero, que lucha contra los ricos para acabar con ellos y darles a los carenciados lo que supuestamente aquellos les han robado, mientras que al capitalismo –Smith- se lo muestra como al responsable de que las personas dejaran sus felices vidas en el campo para mudarse a negras ciudades para trabajar excesivas horas por solo monedas, y mostrando un contraste final en el que los ricos se pasean por la hermosa ciudad de Londres con sus abrigos coloridos y sus fabulosos sombreros mientras que los niños caminaban con la cabeza gacha en grises trajes hacia las humeantes fábricas, cosa que Zamba le cuestiona al economista escocés a lo que este le responde con un sugestivo sorry.
Ahora bien, ¿el mensaje que dejó el programa se refleja en la realidad? Pues, sin lugar a dudas, la respuesta es un rotundo no.
Los hechos demuestran que a medida que más se alejan los países del capitalismo –entendiendo a este como libertad económica- más bajo es el nivel de vida de sus habitantes. Esto se vio reflejado en la paupérrima Alemania Oriental en contraste con el país más rico de Europa en ese momento, la Alemania Occidental, cuyos habitantes fueron criados de la misma manera, tenían las mismas costumbres, pero de un lado era el gobierno el que tenía la decisión en cuanto a producción y precios como así también respecto a la vida civil de sus habitantes, y del otro las personas gozaban de plena libertad de decisión tanto en lo económico como en su vida diaria. Pero los ejemplos no terminan allí, podemos ver el caso de los chinos que arriesgaban sus vidas frente a policías armados huyendo desde la opresión hacia la libertad ofrecida por Hong Kong, o bien podemos observar nuestro mismo continente, donde centenares de personas huyeron de esa isla-cárcel llamada Cuba hacia los Estados Unidos en busca de prosperidad cruzando 150 kilómetros en precarísimas balsas hechas con sus propias manos navegando por unas de las aguas más infestadas de tiburones en el mundo.  Evidentemente, si se está dispuesto a arriesgar tanto en busca de una salida, claramente muy bien no se la debe haber estado pasando.
Quizás Karl Marx estuvo realmente convencido de lo que proponía por más erradas que fueran sus ideas, pero hoy en día éstas son utilizadas como arma para acumular poder  por los populistas gobernantes cómo Cristina Fernández de Kirchner o Nicolás Maduro ya que a medida que más cosas se encuentren bajo su decisión, más personas dependerán de ella, por lo cual ésta adquiere un valor incalculable, luego los pagos por debajo de la mesa y los “amigos del poder” vienen por añadidura.
Por supuesto que la idea de una sociedad en la que la pobreza no exista es sumamente atractiva, y esa es la razón por la que el populismo levanta las banderas marxistas a la hora de recolectar votos ya que aquellos que proponemos la libertad como forma de vida no podemos asegurar tal cosa como ellos sin responsabilidad alguna ofrecen, pero lo que sí podemos afirmar es que ningún sistema en la historia de la humanidad ha sido capaz de crear tanta prosperidad, sacando a tanta gente de la miseria y llegando a duplicar la expectativa de vida de las personas como el capitalismo.
Muchas promesas pueden sonar muy lindas a los oídos pero no hay que dejarse llevar por ilusiones, es necesario tener siempre presente la historia y los hechos que en ella se reflejan y recordar que, como decía Karl Popper, “aquello que nos promete el paraíso en la tierra nunca produjo nada, sino un infierno”.

El autor es Analista de políticas económicas en el Centro de Estudios Libre.