martes, 30 de junio de 2015

Elecciones 2015, condenados por la costumbre

Increíblemente la fórmula Scioli – Zanini está hoy en día primera en las encuestas de cara a las

próximas elecciones presidenciales. Sorprendente realmente teniendo en cuenta que, tanto los

mismos candidatos como la presidente,  aclararon que es ésta la fórmula continuadora del

modelo kirchnerista, el cual, luego de 12 años gobernando, nos deja en la situación que

padecemos actualmente.

Mi primer hipótesis al respecto se basa en que el problema sea que los votantes no conocen cual

es efectivamente nuestra realidad y lo que creen conocer de ella es lo (des)informado a través de

los medios oficialistas o de la TV Pública, ciegamente adepta al poder, en donde las gerencias se

encuentran ocupadas por hombres de La Cámpora y el salario promedio duplica al de los medios

privados, claro está que esto no se debe a la productividad o eficiencia del canal, sino a la fuente

de donde los fondos provienen, es decir, los bolsillos de los contribuyentes, quienes miramos

para otro lado siempre y cuando el fútbol continúe con esa extraña gratuidad que

paradójicamente nos cuenta más de $1500 millones anuales.

Aunque la primera conjetura parece probable, personalmente la descarto puesto que la realidad

no puede ser ocultada pese a los inconmensurables esfuerzos del gobierno al respecto, ya que

esto equivaldría a intentar generar un eclipse con nuestro dedo pulgar.

Mi tesis final radica en un lamentable conformismo argentino, donde nos hemos acostumbrado al

“podría ser peor”, donde el desempleo no es preocupante mientras el desempleado no sea uno

mismo, donde no importa si se coarta nuestra libertad de ahorrar en otra moneda cuando la

nuestra pierde su valor en nuestras manos si de todas maneras siempre contamos con un mercado

negro en el cual refugiarnos, donde no nos preocupan los insoportables impuestos que nos

obligan a trabajar más de la mitad del año para el estado si de todas maneras ya encontraremos la

forma de evadirlos, en dónde parece cosa de ilusos intentar compararnos con países como

Canadá o Australia que hasta hace menos de un siglo hacían lo posible para convertirse en la

potencia que nosotros éramos; en fin, en donde todos nuestros males no son para tanto, puesto

que no vivimos en Europa, vivimos en Argentina.

Nuestra situación hoy no es algo normal ni mucho menos algo pasable, es lisa y llanamente

paupérrima. Literalmente nuestro país está en ruinas, ocupamos el podio en los más vergonzosos

rankings, solo superados por nuestro estratégico aliado, Venezuela; citemos a algunos de ellos

para hacer memoria: somos el segundo país con más inflación del planeta, estamos penúltimos

en “clima de negocios”, ocupamos el segundo lugar en el raking de países que más desdichas les

provoca a sus ciudadanos guiándonos por el World Misery Index elaborado por Steve H. Hanke,

y somos, como si fuera poco, la segunda economía más miserable del mundo según el Índice de

la Miseria 2015 elaborado por la agencia agencia Bloomberg.

Los índices anteriormente nombrados no son un simple capricho del autor, sino que fueron

escogidos por ser todos ellos tomados en cuenta por quienes poseen capital disponible para

invertir, ya que nadie va a arriesgar su patrimonio en un país en dónde no se pueda realizar un

cálculo económico de tan solo 6 meses debido a la inflación, en donde no se pueda utilizar la

moneda más conveniente para las transacciones ni en donde el respeto a la propiedad privada se

ve constantemente amenazado, razón por la cual no solo los capitales extranjeros no se instalan

aquí, sino que los locales también escapan a destinos más confiables, y, lógicamente, con la

huida de capitales se fugan también empleos, mejores salarios, y, por supuesto, una mejor

calidad de vida.

Cada año se los responsabiliza a los políticos por los males del país, pero tristemente este año me

estoy convenciendo que la culpa es de nosotros, los ciudadanos, por acostumbrarnos al fracaso y

tomarlo como natural, por desinteresarnos del progreso y, de esta manera, castigarnos tanto a

nosotros como a las generaciones venideras con una Argentina de la cual solo podemos

enorgullecernos por contar con el mejor jugador del mundo, quien tuvo que emigrar al extranjero

porque nuestra realidad no le permitía un óptimo desarrollo físico, como así también nos

condena a nosotros en la actualidad al subdesarrollo económico, político y social.

miércoles, 10 de junio de 2015

A propósito de los paros

Cada vez que ocurre un paro de uno o varios sectores, las opiniones son divididas. Algunos se enojan por no poder llegar a sus trabajos, otros manifiestan un gran descontento por las molestias ocasionadas pero dicen entender la situación de los trabajadores y otros, simplemente, están de acuerdo con las medidas; pero lo cierto es que, pese a las intenciones, un paro en las actividades laborales no cambiará la situación económica de las empresas empleadoras, ni mucho menos, la del país.
Los salarios dependen básicamente de la oferta de trabajo existente, si hay una abundancia de esta, es decir, si muchas compañías están buscando mano de obra, los salarios tenderán a subir puesto que los empresarios deberán competir por los pocos trabajadores disponibles; y lo mismo se da de manera inversa, si la oferta de trabajo es escasa y por lo tanto ahora lo que abunda es la mano de obra disponible serán los trabajadores los que tendrán que competir por los pocos empleos disponibles en el mercado y la manera más efectiva que tienen de hacerlo es a través de menores salarios.
Además, hay que entender que la situación es objetiva y que un reclamo no aumenta el capital de una empresa. Si un empleador tiene a cuatro trabajadores a su cargo y estos exigen un aumento al cual aquel no puede hacer frente, el empresario se verá forzado a prescindir de la labor de uno de ellos para poder costear el aumento del resto. Por lo que, en esta situación, podemos ver que un paro no solo no ayuda sino que empeora las cosas, dejando sin salario alguno a uno de los trabajadores.
Un buen ejemplo que nos permite ver de qué manera suben los salarios de forma genuina, es el caso de la Ford Motor Company que, debido a su enorme productividad e innovación, logró reducir la jornada laboral, la que pasó de 9 a 8 horas diarias y a duplicar el salario diario de 2,5 a 5 dólares, según se desprende del libro Creadores de Riqueza de Alejandro Gómez.  
En nuestro país, en cambio, difícilmente se den casos como el citado en el párrafo anterior, no por falta de voluntad empresarial, sino porque las condiciones para ello no están dadas, como se ve reflejado, por ejemplo, en el índice Haciendo Negocios del Banco Mundial en el cual se analiza el respeto a los derechos de propiedad y las condiciones favorables para el crecimiento de las empresas, que nos ubica en el puesto 124 entre 189; o bien en un trabajo realizado por el Foro Económico Mundial, en el que nos califica en el penúltimo lugar en cuanto al Ambiente para Negocios del país, solo por delante de Venezuela
Visto esto, es posible afirmar que los reclamos están dirigidos al lugar equivocado, ya que debería irse al problema de raíz, demandando un país en el que el clientelismo político sea erradicado, la seguridad jurídica esté garantizada y los impuestos sean los justos y necesarios para costear las funciones básicas del estado, imitando a países como Suiza, Nueva Zelanda y Singapur, quienes lideran aquellos rankings y dónde sus ingresos per cápita son los más elevados del planeta.

Peronismo y destrucción de empleos

El Dr. Juan Carlos Cachanosky nos resaltó a sus alumnos alguna vez en una de sus clases, un trozo de “La Marcha Peronista” por el mensaje contenido en la misma que, de cierta manera, explica el fracaso de los gobiernos de esta impronta en insertar a la Argentina en el desarrollo económico. Allí, esta especie de himno que entonan los militantes en cada acto político expresa en su segundo párrafo: “Por ese gran argentino que se supo conquistar a la gran masa del pueblo combatiendo al capital”. 
¿Cómo es que ese pequeño pedazo de canción puede explicarnos, en parte, la pérdida del rumbo de todo un país? Pues bien, es que éste representa el pensamiento de tanto dirigentes como seguidores de esta ideología tan dominante, dejando en evidencia su confusión respecto de la manera en que los empleos se generan y se aumenta el salario de la población, ya que no tienen en cuenta que lo que logra estos objetivos son las ganancias de las empresas y no meros decretos presidenciales.   
Cuando un empresario obtiene ganancias -aumenta su capital- tiene ahora más dinero disponible para realizar nuevas inversiones, expandiendo sus negocios ya sea dentro de la misma área o incursionado en otras nuevas, y, a su vez, al ver otros empresarios el éxito de éste en determinado campo, se verán incentivados a incursionar en él  puesto que promete grandes beneficios, razón por la cual se generan aún más inversiones que generan también más empleo, lo que, así como el incremento en la demanda de cualquier producto aumenta el precio del mismo, al aumentar la demanda de trabajadores eleva el salario que estos percibirán, generándose así un círculo virtuoso que se repite una y otra vez, como se ve reflejado en los países con mayores ingresos per cápita, quienes, no por casualidad, tienen además los mercados de capitales más grandes del mundo. 
Pero como vimos, los gobiernos peronistas combaten al capital, por lo que lógicamente este huye de aquellos y con él todos los beneficios que traería consigo.
¿Pero cómo puede ser entonces que pese a combatir al capital, los peronistas supieron conquistar a la gran masa del pueblo? Simplemente porque lograron confundir a los ciudadanos prometiendo protegerlos, cuando en realidad lo único que hacen es ahuyentar a aquellos que podrían crear nuevas fuentes de trabajo, pero esto no les importa puesto que al no ser palpables aún, son difíciles de vislumbrar por lo que es sencillo creer que, de no ser por ellos, los electores ni siquiera podrían gozar del empleo que hoy poseen.

sábado, 18 de abril de 2015

Una lección chilena para salir a flote

La Argentina está pasando en este momento por un escenario económico francamente lamentable. La estanflación –inflación sin crecimiento económico- es la consecuencia inevitable de una política paupérrima e irresponsable para con los ciudadanos. El gasto público alcanza ya niveles históricos, de hecho, como para darnos una idea, según se desprende de un excelente análisis del Dr. Nicolás Cachanosky, el gobierno kirchnerista ha gastado ya  el equivalente en valor actualizado a dos Plan Marshall, que como todos saben, uno solo bastó para reconstruir la bombardeada Europa luego de la Segunda Guerra Mundial, mientras que aquí, el único misil que tocó tierra fue la arrogancia.

Lo antes mencionado sumado al consecuente déficit fiscal, a la alta carga impositiva capaz de destruir al más emprendedor de los espíritus, al cepo cambiario y a la ya más que conocida excesiva emisión monetaria, dan como resultado una combinación trágica.
Ante semejante panorama, sin lugar a dudas, el gobierno que asuma el próximo 10 de diciembre deberá tomar ciertas medidas, y para hacerlo, sugiero guiarnos por un exitoso ejemplo que nos brindan desde el otro lado de la Cordillera nuestros vecinos chilenos.
Aprovechando una reciente visita al país andino, me reuní con quien fuera nombrado allí Ministro de Hacienda en 1974, cargo que desempeñó hasta su renuncia, luego de una gran gestión, en el año 1976, el famoso economista Jorge Cauas. Buscando un poco de esperanza para la Argentina, le pregunté sobre la situación de crisis que dejó el gobierno de Allende y qué medidas se tomó para salir adelante luego de ella. Así, me sorprendieron los números a los que debieron enfrentarse junto a su equipo por aquel entonces.
La situación era de un total desabastecimiento. El gasto público creció durante el gobierno de Allende (1970 – 1973) en más de 10 veces, y para octubre de 1973, de cada 100 escudos –moneda corriente chilena de entonces- que gastaba el gobierno, 53 eran financiados mediante emisión monetaria, razón por la cual, la inflación rondaba un 700% anual. El gobierno contaba con activos de 15.900 millones de escudos mientras que los pasivos alcanzaban los 25.300 millones, es decir que el total de activos no cubría el total de pasivos, lo que en cualquier empresa equivaldría a una quiebra.
En este marco, un grupo de economistas ideó lo que llamaron el Plan de Recuperación Económica –que en este mes de abril de 2015 cumple 40 años- puesto en marcha en un comienzo por el ya mencionado Ministro Cauas.
Antes que nada se buscó flexibilizar al sector privado, otorgándole a este un mayor dinamismo liberando los precios, para que de esta manera produjeran aquello que realmente era necesario pero a su vez tuvieran el incentivo para hacerlo, ya que con anterioridad al fijar el estado precios bajos, estos esquivaban la producción de los bienes justamente más indispensables pero menos convenientes por el pequeñísimo o nulo margen de ganancia que dejaban. Ahora, para ganar dinero, los empresarios debían producir lo que la gente demandaba, es decir, lo que más necesitaba.
Pero para estimular la producción se necesitó bajar la carga tributaria que desalentaba enormemente la actividad, además, Chile se abrió al mercado tanto de importaciones como de exportaciones, comenzando a producir en mayor cantidad aquello para lo cual era enormemente eficiente, y, con el producto de esto, importando aquello para lo cual su costo de producción, dadas las condiciones del país, era más elevado. Así ciertos productos que estaban saturados en su mercado local por los cuales ya no se pagaba nada, encontraron grandes oportunidades en el extranjero, creciendo así las fuentes laborales extraordinariamente, como fue el caso de, por ejemplo, los tejidos al telar de Chiloé, los cuales de ser vendidos por sus artesanos a un puñado de turistas, pasaron a ser exportados al mercado Europeo.
Los resultados del Plan de Recuperación Económica chileno del año 1975 fueron notables. Con una receta de austeridad, eficiencia y apertura del mercado, consiguieron una excelente respuesta en un corto período de tiempo, razón por la cual, sin importar si eran de izquierda o derecha, los próximos gobiernos continuaron esta fórmula que llevó a Chile a ser un caso de estudio en las principales universidades del mundo y el país más desarrollado de la región.
Sería sumamente recomendable que, cuando nuestro próximo gobierno asuma y deba buscar un remedio a nuestra creciente crisis, tenga la habilidad de mirar los casos exitosos, en donde la propiedad privada y la apertura del mercado fueron el motor de una creciente prosperidad.
El autor es Investigador del área de Estudios Económicos del Centro de Estudios Libre.

lunes, 6 de abril de 2015

Proteccionismo económico e ineficiencia productiva

La Argentina es el tercer país más proteccionista del planeta. A esta conclusión

llegamos si combinamos los cuatro rankings que realizó el think tank británico, Global

Trade Alert, en su 16º informe atinente a lo acontecido en el período 2008 – 2014,

teniendo en cuenta la cantidad de medidas discriminatorias en comercio exterior de cada

país, el número de líneas de productos afectadas, la cantidad de sectores de la economía

alcanzados y los socios comerciales perjudicados por ellas.

Si bien la palabra “proteccionista” suena a una ayuda del estado para con sus

ciudadanos quitándoles a estos el peso de la dura competencia, esto no implica otra cosa

que no sea pérdida de riqueza.

La división del trabajo hizo posible la especialización de las personas y con ella una

productividad antes inalcanzable, es gracias a esto que en los hogares de hoy en día no

es necesario ordeñar nuestras propias vacas, fabricar nuestros zapatos ni matar nuestras

gallinas, en cambio un mecánico, por ejemplo, puede intercambiar sus servicios por

dinero y comprarle al productor lácteo la leche, al zapatero los zapatos y al productor

avícola el pollo. De esta manera cada uno se especializa en las tareas en las que es más

eficiente ya sea por una habilidad natural o por el perfeccionamiento adquirido a lo

largo del tiempo, por lo cual, al haber un mayor rendimiento, se eleva la cantidad de

bienes y servicios disponibles, así, se satisfacen más necesidades, y, por lo tanto, se

eleva nuestro nivel de vida.

Todo el mundo parece estar de acuerdo con lo dicho ya que nadie cree conveniente el

autoabastecimiento de los hogares; de hecho también se está de acuerdo en esto si

hablamos ya a nivel nacional en donde los intercambios de bienes entre ciudades o

provincias son incuestionados.

 En todo intercambio ambas partes ganan, ya que lo que se entrega se aprecia menos de

lo que se recibe, pues, de lo contrario, no se realizaría transacción alguna, pero este

principio por alguna extraña razón parece no ser válido si se cruzan esas líneas

imaginarias que son nuestras fronteras, en este caso el resto de los individuos del mundo

dejan de ser un agente de cooperación, como lo son nuestros conciudadanos, para

convertirse en una verdadera amenaza para nuestra economía.

Algo que es importante dejar en claro -y que parecieran olvidar los políticos que hablan

de aquella utópica promesa de producir todo lo que necesitamos sin necesidad de

importar nada- es que los recursos son limitados, por lo que si destinamos parte de ellos

a elaborar productos de una manera más ineficiente de lo que lo hacen otros países, le

estamos quitando recursos a los productos para los que sí somos eficientes, por lo cual

nuestra producción total, en suma, es menor de la que podríamos haber obtenido de

dedicarle más recursos a aquello que nos conviene. Es como si Messi decidiera

confeccionarse su propia ropa, para ello le quita tiempo al fútbol por lo que deja de

jugar dos partidos a la semana y comienza a jugar solo uno. Lionel, ahora, contará con

dos o tres remeras y un par de pantalones gratis ya que los elaboró él mismo, pero con

los cientos de miles de euros que resignó en ese partido no jugado pudo haber comprado

miles de remeras y pantalones, por lo cual su riqueza se vio negativamente afectada.

No nos olvidemos que si importamos es porque tenemos con qué pagar los productos

adquiridos, es decir, para importar algo hay que producir otra cosa, por ende, es falso el

argumento que las importaciones reemplazan el trabajo nacional, solo reemplazan el

trabajo de los sectores ineficientes pero destinando esos recursos a los sectores que

mejor los aprovechen, cosa que tarde o temprano deberá realizarse si se busca el

desarrollo económico.

En conclusión, el “proteccionismo” no solo no protege sino que además estafa a los

consumidores nacionales quitándoles la libertad de elegir el producto que deseen, solo

para favorecer a empresas que, sin competencia, pueden poner más elevados precios e

invertir menos en la calidad de los productos, ya que, de todas maneras, no existe otra

alternativa.

viernes, 20 de marzo de 2015

Más máquinas ¿más desempleo?

Seguramente muchos han visto la película Charlie y la Fábrica de Chocolate dirigida por Tim Burton y basada en el homónimo libro del autor británico,Roald Dahl. Si bien la historia gira en torno a Charlie Bucket, el único hijo de una familia muy carenciada y de inconmensurables valores morales, yo me centraré en lo acontecido con su padre, el Señor Bucket, quien trabajaba en una fábrica de dentífrico enroscándole la tapa al producto hasta que un día –bueno o malo, cada uno lo juzgará luego- pierde su empleo como causa del avance tecnológico en su industria, el cual logró reemplazar sus funciones por una máquina mucho más eficiente que podía enroscar cientos de tapas por hora a diferencia de las pocas decenas que lograba el papá de Charlie. 

Una vez ocurrido esto,la familia pelea día a día para cubrir sus necesidades básicas, con un voluntarioso Señor Bucket realizando cada labor que se le ofrecía para poner un plato de sopa en la mesa, y nadie mejor que la Señora Bucket para hacerla rendir agregándole cada vez un poco más de agua pero aun así seguía siendo deliciosa, según su esposo.

Visto lo sucedido en la popular historia, uno no puede evitar juzgar la avaricia del dueño de la fábrica, quien no se detuvo a pensar en sus empleados ni en sus familias a la hora de desplazarlos de sus tareas con tal de reducir sus costos de producción. Por lo visto esta actitud no trajo más que desempleo y desgracia, parece difícil de explicar, entonces, cómo fue que mientras la tecnología no paró de avanzar en los últimos siglos, se crearan a la vez millones de trabajos que no solo redujeron el desempleo sino que además mejoraron las condiciones laborales y su paga de manera increíble. El problema aquí radica en mirar la imagen muy de cerca, logrando que el árbol nos tape lo que sucede en el bosque.

Sí, lo primero que vamos a ver si miramos un caso como este es la destrucción de un empleo, pero es conveniente alejarnos un poco y mirar con mayor atención: en primer lugar, sin ir más lejos, algunos empleos se crearon para la construcción de la nueva máquina, la cual a su vez requirió de materiales para ser elaborada y, en este sentido, podríamos retroceder de manera tal que veremos cómo se ve beneficiado hasta el minero encargado de la extracción del hierro necesario para la elaboración de aquella. Luego, hay que tener en cuenta que debido al ahorro que el dueño de la fábrica obtiene gracias a la máquina, ahora este se encuentra con nuevo capital disponible para incursionar en nuevas industrias, y, evidentemente, un nuevo emprendimiento se traduce en nuevos empleos.  Además no hay que olvidar que la disminución de los costos de fabricación del dentífrico abarata el producto final también, por lo cual ahora los consumidores tienen un mayor capital disponible para nuevos gastos de consumo, como por ejemplo, el hilo dental, lo cual elevará la demanda de este haciendo que esta rama de la industria se expanda, y para ello necesitará nuevos empleados; sin contar además que esta reducción de costos hace crecer el salario de los trabajadores en términos reales puesto que con el mismo sueldo obtienen ahora más productos.

Como vemos, si bien en un comienzo se desplaza un empleo, por otro lado se crean muchos nuevos, de hecho la historia muestra que la mayor eficiencia gracias a las nuevas tecnologías en determinados productos no solo crea empleo en otros sectores, sino que además la mayor productividad, como se dijo, baja el precio del artículo, lo que incrementará la demanda del mismo puesto que es ahora accesible para personas que antes no podían disfrutarlo, por lo cual, esta misma industria crece de manera tal que incrementará su número de empleados en comparación al momento en el que las máquinas no estaban presentes en la elaboración del producto. Como ejemplo de esto Henry Hazlitt utilizaba el caso de la industria automotriz en lo Estados Unidos, en donde a pesar de usar cada vez más avanzadas tecnologías para mayor número de tareas, debido a lo antes señalado, en 1910 el sector ocupaba a 140.000 personas, número que se triplicó llegado el año 1940.

Una vez entendido todo esto, lo único que resta es saber qué fue del Señor Bucket. Felizmente, el papá de Charlie fue recontratado por la fábrica de dentífrico, esta vez a cargo del mantenimiento de las máquinas.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Propiedad privada y desarrollo económico

La propiedad privada, institución cuya legitimidad es cada vez más puesta en duda por partidos políticos de izquierda alrededor del mundo, es uno de los pilares fundamentales de nuestra libertad. Pero al margen de esto, en este breve artículo quiero destacar porqué a medida que los países  más respetan este derecho, tienen una notable tendencia a convertirse en países desarrollados y a, por lo tanto, brindar los más elevados niveles de vida a sus habitantes mientras que los que no lo hacen le ponen una traba insuperable al progreso.

En un sistema de propiedad privada la innovación, si bien representa un riesgo, se ve fuertemente incentivada ya que si un nuevo producto es aceptado por los consumidores, al ser escaso pero demandado, sus precios serán muy altos lo que le dará por un buen período de tiempo enormes márgenes de ganancia al emprendedor que lo llevó al mercado, a la vez este elevado precio atrae a más empresarios que realizarán dicho producto para obtener la misma ganancia lo cual elevará la oferta, bajará su precio y saciará a la demanda haciendo ahora ese producto accesible para más personas, lo cual se traduce en un país con mayores riqueza y, a más riqueza mayor prosperidad en los ciudadanos. Pero de no existir la propiedad privada no tendría sentido este proceso, innovar simplemente representaría el riesgo de producir algún aparato que posiblemente no sea aceptado puesto que los potenciales beneficios no serán tangibles, por lo cual la creatividad estaría incentivada de manera negativa ya que ahora no representa un potencial beneficio sino un probable desperdicio de recursos.

Por lo dicho, ante la inexistencia de esta noble institución se viviría meramente con los productos fabricados en la era pre-abolición de la propiedad o imitando lo que por entonces existía, como se ve reflejado en cualquier fotografía de la vida cotidiana en Cuba donde se encuentran encerrados en el pasado como si a partir de la “Revolución Cubana” en los cincuenta jamás hubiera transcurrido el tiempo.
 
La innovación no se manifiesta solo en automóviles lujosos, avanzadas computadoras o los practiquísimos smartphones, sino que esencialmente se cambió nuestra manera de vivir elevando nuestro nivel de vida con la creación de, por ejemplo, nuevos medicamentos, haciendo que enfermedades que para nuestros antepasados fueron mortales sean para nosotros inofensivas, nuevas formas de conservación de los alimentos y más eficientes formas de producirlo haciendo de nuestra cena algo más accesible cada día, creando formas transporte que miles de años atrás eran impensadas estableciendo así puentes que unen los rincones más remotos del planeta. Todo esto logró que, por ejemplo, la expectativa de vida de los países en desarrollo aumentara, entre 1960 y 2005, de 45 a 65 años  y que la desnutrición, entre 1970 y 2003, pasara del 37 al 17 por ciento en los mismos países, siendo el pronóstico en la actualidad aún más alentador.
 
A su vez ¿qué incentivo existe para trabajar mejor si ante la ausencia de propiedad privada, así como por la innovación no hay ganancia tampoco la habrá por el mayor esfuerzo realizado? Dará igual destacarse entre los trabajadores que pasar desapercibido, no habrá recompensa alguna. Al respecto existe una famosa frase atribuida a trabajadores de la Unión Soviética, quienes decían “ellos hacen como si nos pagaran, nosotros hacemos como si trabajáramos”.
 
Aún teniendo el gobierno buenas intenciones y proponiéndose llevar adelante un modelo sin propiedad privada exitoso, resultaría imposible lograr una producción racional en este ámbito ya que debido a la ausencia de precios que esto implicaría, la oferta y demanda de los productos no se vería reflejada en ningún lado y los recursos serían inevitablemente desperdiciados, se manejaría totalmente a oscuras debido a la ausencia de señales. Pero independientemente de esto, los precios, además de esta irremplazable función que muestra fielmente tanto utilidad como escasez reproducida por medio de todos aquellos intervinientes en la economía, son un inmejorable incentivo al desarrollo y la superación, pero ante la ausencia de ellos como del derecho de propiedad, estos incentivos desaparecen y con estos el crecimiento económico, como podemos comprobar con tan solo buscar algunas imágenes de Cuba en contraste con Estados Unidos, Corea del Norte en contraste con Corea del Sur o bien la Alemania Oriental en contraste con la Alemania Occidental.
 
La libertad en el terreno de la economía transforma a esta en la democracia más perfecta que pueda existir, le otorga voz y voto a cada ciudadano, pero además le da la posibilidad a cada uno de recibir aquello que vota, a diferencia de las democracias políticas donde solo se puede obtenerse lo que la mayoría prefiere. Cuando el gobierno interfiere en este mecanismo, inmediatamente perdemos nuestra libertad de expresión en la materia puesto que nuestro voto -llamado compra- se encuentra en blanco, su información no será transmitida y, en consecuencia, los consumidores serán acallados.