martes, 30 de junio de 2015

Elecciones 2015, condenados por la costumbre

Increíblemente la fórmula Scioli – Zanini está hoy en día primera en las encuestas de cara a las

próximas elecciones presidenciales. Sorprendente realmente teniendo en cuenta que, tanto los

mismos candidatos como la presidente,  aclararon que es ésta la fórmula continuadora del

modelo kirchnerista, el cual, luego de 12 años gobernando, nos deja en la situación que

padecemos actualmente.

Mi primer hipótesis al respecto se basa en que el problema sea que los votantes no conocen cual

es efectivamente nuestra realidad y lo que creen conocer de ella es lo (des)informado a través de

los medios oficialistas o de la TV Pública, ciegamente adepta al poder, en donde las gerencias se

encuentran ocupadas por hombres de La Cámpora y el salario promedio duplica al de los medios

privados, claro está que esto no se debe a la productividad o eficiencia del canal, sino a la fuente

de donde los fondos provienen, es decir, los bolsillos de los contribuyentes, quienes miramos

para otro lado siempre y cuando el fútbol continúe con esa extraña gratuidad que

paradójicamente nos cuenta más de $1500 millones anuales.

Aunque la primera conjetura parece probable, personalmente la descarto puesto que la realidad

no puede ser ocultada pese a los inconmensurables esfuerzos del gobierno al respecto, ya que

esto equivaldría a intentar generar un eclipse con nuestro dedo pulgar.

Mi tesis final radica en un lamentable conformismo argentino, donde nos hemos acostumbrado al

“podría ser peor”, donde el desempleo no es preocupante mientras el desempleado no sea uno

mismo, donde no importa si se coarta nuestra libertad de ahorrar en otra moneda cuando la

nuestra pierde su valor en nuestras manos si de todas maneras siempre contamos con un mercado

negro en el cual refugiarnos, donde no nos preocupan los insoportables impuestos que nos

obligan a trabajar más de la mitad del año para el estado si de todas maneras ya encontraremos la

forma de evadirlos, en dónde parece cosa de ilusos intentar compararnos con países como

Canadá o Australia que hasta hace menos de un siglo hacían lo posible para convertirse en la

potencia que nosotros éramos; en fin, en donde todos nuestros males no son para tanto, puesto

que no vivimos en Europa, vivimos en Argentina.

Nuestra situación hoy no es algo normal ni mucho menos algo pasable, es lisa y llanamente

paupérrima. Literalmente nuestro país está en ruinas, ocupamos el podio en los más vergonzosos

rankings, solo superados por nuestro estratégico aliado, Venezuela; citemos a algunos de ellos

para hacer memoria: somos el segundo país con más inflación del planeta, estamos penúltimos

en “clima de negocios”, ocupamos el segundo lugar en el raking de países que más desdichas les

provoca a sus ciudadanos guiándonos por el World Misery Index elaborado por Steve H. Hanke,

y somos, como si fuera poco, la segunda economía más miserable del mundo según el Índice de

la Miseria 2015 elaborado por la agencia agencia Bloomberg.

Los índices anteriormente nombrados no son un simple capricho del autor, sino que fueron

escogidos por ser todos ellos tomados en cuenta por quienes poseen capital disponible para

invertir, ya que nadie va a arriesgar su patrimonio en un país en dónde no se pueda realizar un

cálculo económico de tan solo 6 meses debido a la inflación, en donde no se pueda utilizar la

moneda más conveniente para las transacciones ni en donde el respeto a la propiedad privada se

ve constantemente amenazado, razón por la cual no solo los capitales extranjeros no se instalan

aquí, sino que los locales también escapan a destinos más confiables, y, lógicamente, con la

huida de capitales se fugan también empleos, mejores salarios, y, por supuesto, una mejor

calidad de vida.

Cada año se los responsabiliza a los políticos por los males del país, pero tristemente este año me

estoy convenciendo que la culpa es de nosotros, los ciudadanos, por acostumbrarnos al fracaso y

tomarlo como natural, por desinteresarnos del progreso y, de esta manera, castigarnos tanto a

nosotros como a las generaciones venideras con una Argentina de la cual solo podemos

enorgullecernos por contar con el mejor jugador del mundo, quien tuvo que emigrar al extranjero

porque nuestra realidad no le permitía un óptimo desarrollo físico, como así también nos

condena a nosotros en la actualidad al subdesarrollo económico, político y social.

miércoles, 10 de junio de 2015

A propósito de los paros

Cada vez que ocurre un paro de uno o varios sectores, las opiniones son divididas. Algunos se enojan por no poder llegar a sus trabajos, otros manifiestan un gran descontento por las molestias ocasionadas pero dicen entender la situación de los trabajadores y otros, simplemente, están de acuerdo con las medidas; pero lo cierto es que, pese a las intenciones, un paro en las actividades laborales no cambiará la situación económica de las empresas empleadoras, ni mucho menos, la del país.
Los salarios dependen básicamente de la oferta de trabajo existente, si hay una abundancia de esta, es decir, si muchas compañías están buscando mano de obra, los salarios tenderán a subir puesto que los empresarios deberán competir por los pocos trabajadores disponibles; y lo mismo se da de manera inversa, si la oferta de trabajo es escasa y por lo tanto ahora lo que abunda es la mano de obra disponible serán los trabajadores los que tendrán que competir por los pocos empleos disponibles en el mercado y la manera más efectiva que tienen de hacerlo es a través de menores salarios.
Además, hay que entender que la situación es objetiva y que un reclamo no aumenta el capital de una empresa. Si un empleador tiene a cuatro trabajadores a su cargo y estos exigen un aumento al cual aquel no puede hacer frente, el empresario se verá forzado a prescindir de la labor de uno de ellos para poder costear el aumento del resto. Por lo que, en esta situación, podemos ver que un paro no solo no ayuda sino que empeora las cosas, dejando sin salario alguno a uno de los trabajadores.
Un buen ejemplo que nos permite ver de qué manera suben los salarios de forma genuina, es el caso de la Ford Motor Company que, debido a su enorme productividad e innovación, logró reducir la jornada laboral, la que pasó de 9 a 8 horas diarias y a duplicar el salario diario de 2,5 a 5 dólares, según se desprende del libro Creadores de Riqueza de Alejandro Gómez.  
En nuestro país, en cambio, difícilmente se den casos como el citado en el párrafo anterior, no por falta de voluntad empresarial, sino porque las condiciones para ello no están dadas, como se ve reflejado, por ejemplo, en el índice Haciendo Negocios del Banco Mundial en el cual se analiza el respeto a los derechos de propiedad y las condiciones favorables para el crecimiento de las empresas, que nos ubica en el puesto 124 entre 189; o bien en un trabajo realizado por el Foro Económico Mundial, en el que nos califica en el penúltimo lugar en cuanto al Ambiente para Negocios del país, solo por delante de Venezuela
Visto esto, es posible afirmar que los reclamos están dirigidos al lugar equivocado, ya que debería irse al problema de raíz, demandando un país en el que el clientelismo político sea erradicado, la seguridad jurídica esté garantizada y los impuestos sean los justos y necesarios para costear las funciones básicas del estado, imitando a países como Suiza, Nueva Zelanda y Singapur, quienes lideran aquellos rankings y dónde sus ingresos per cápita son los más elevados del planeta.

Peronismo y destrucción de empleos

El Dr. Juan Carlos Cachanosky nos resaltó a sus alumnos alguna vez en una de sus clases, un trozo de “La Marcha Peronista” por el mensaje contenido en la misma que, de cierta manera, explica el fracaso de los gobiernos de esta impronta en insertar a la Argentina en el desarrollo económico. Allí, esta especie de himno que entonan los militantes en cada acto político expresa en su segundo párrafo: “Por ese gran argentino que se supo conquistar a la gran masa del pueblo combatiendo al capital”. 
¿Cómo es que ese pequeño pedazo de canción puede explicarnos, en parte, la pérdida del rumbo de todo un país? Pues bien, es que éste representa el pensamiento de tanto dirigentes como seguidores de esta ideología tan dominante, dejando en evidencia su confusión respecto de la manera en que los empleos se generan y se aumenta el salario de la población, ya que no tienen en cuenta que lo que logra estos objetivos son las ganancias de las empresas y no meros decretos presidenciales.   
Cuando un empresario obtiene ganancias -aumenta su capital- tiene ahora más dinero disponible para realizar nuevas inversiones, expandiendo sus negocios ya sea dentro de la misma área o incursionado en otras nuevas, y, a su vez, al ver otros empresarios el éxito de éste en determinado campo, se verán incentivados a incursionar en él  puesto que promete grandes beneficios, razón por la cual se generan aún más inversiones que generan también más empleo, lo que, así como el incremento en la demanda de cualquier producto aumenta el precio del mismo, al aumentar la demanda de trabajadores eleva el salario que estos percibirán, generándose así un círculo virtuoso que se repite una y otra vez, como se ve reflejado en los países con mayores ingresos per cápita, quienes, no por casualidad, tienen además los mercados de capitales más grandes del mundo. 
Pero como vimos, los gobiernos peronistas combaten al capital, por lo que lógicamente este huye de aquellos y con él todos los beneficios que traería consigo.
¿Pero cómo puede ser entonces que pese a combatir al capital, los peronistas supieron conquistar a la gran masa del pueblo? Simplemente porque lograron confundir a los ciudadanos prometiendo protegerlos, cuando en realidad lo único que hacen es ahuyentar a aquellos que podrían crear nuevas fuentes de trabajo, pero esto no les importa puesto que al no ser palpables aún, son difíciles de vislumbrar por lo que es sencillo creer que, de no ser por ellos, los electores ni siquiera podrían gozar del empleo que hoy poseen.